De acuerdo al
Consejo Internacional de Iniciativas Ambientales, el desarrollo sostenible se
concibe como: “…aquél que ofrece
servicios ambientales sociales y económicos básicos a todos los miembros de una
comunidad sin poner en peligro la viabilidad de los sistemas naturales
construidos y sociales de los que depende la oferta de estos servicios”.
Indudablemente, esta definición en particular muestra de forma abierta la
conjugación de las dimensiones que arrastra el concepto, donde los aspectos
sociales económicos, ecológicos, éticos e incluso mentales hacen que tal como
lo afianza la literatura siga siendo una terminología en pleno desarrollo para
la humanidad. Su alcance puede y debe llegar a todos los aspectos de la
cotidianidad, dado que involucra desde el aire que se respira, hasta los
excesos que se cometen por asuntos meramente conductuales propios de cada
sociedad.
Para que
realmente se pueda entender que existe sostenibilidad, deben confluir todas las
dimensiones, llegando al punto exacto donde se garantice el uso de recursos sin
afectar a las generaciones futuras, haciéndolo además de forma eficiente (visto
desde la perspectiva débil o fuerte que se tenga en cuanto al tema), asunto que
dependerá incluso de las apetencias del estudioso del tema y su nivel de
entendimiento sobre la terrible problemática. Esto definitivamente será una
tarea compleja y en muchos casos utópica, considerando que las realidades
pueden ser otras, partiendo del hecho de que el ser humano hace esfuerzos cada
vez más evidentes por arrasar con el mundo con el accionar de un botón. En la
práctica la tarea es ardua, considerando que debe existir una suerte de
concesiones parciales, para con ello hacer que cada acción sea sostenible y no
una mera aproximación teórica.
Ahora bien, la gran pregunta es concluir si el aspecto económico como dimensión tenderá a ser el talón de Aquiles dentro de la ecuación, partiendo del hecho de que la comunidad mundial debe constantemente decantarse entre producir más y mejor, persiguiendo con ello la obtención de mayores cuotas de poder que permitan de una forma u otra tener peso en la escena pública y con ello intimidar y maniatar a países pequeños o con caos institucionales internos que les impide tener una dinámica sana en los mercados. Al final del día, el dinero fue, es y será el primer elemento a considerar; luego de ello, se analizará si eso deja al mundo más indefenso. La aldea global, más que un espacio físico de competencia, termina convirtiéndose en una arena al mejor estilo romano, donde cada país muestra sus músculos y en ocasiones llega incluso a accionar el gatillo.
Ahora bien, la gran pregunta es concluir si el aspecto económico como dimensión tenderá a ser el talón de Aquiles dentro de la ecuación, partiendo del hecho de que la comunidad mundial debe constantemente decantarse entre producir más y mejor, persiguiendo con ello la obtención de mayores cuotas de poder que permitan de una forma u otra tener peso en la escena pública y con ello intimidar y maniatar a países pequeños o con caos institucionales internos que les impide tener una dinámica sana en los mercados. Al final del día, el dinero fue, es y será el primer elemento a considerar; luego de ello, se analizará si eso deja al mundo más indefenso. La aldea global, más que un espacio físico de competencia, termina convirtiéndose en una arena al mejor estilo romano, donde cada país muestra sus músculos y en ocasiones llega incluso a accionar el gatillo.
De acuerdo a Business Insider, Global Finance Magazine y el Fondo Monetario Internacional (FMI),
los diez (10) países más ricos del mundo fueron clasificados considerando su
producto interno bruto (PBI) y el poder adquisitivo per cápita (PPA). Este par
de indicadores podrán abrir la puerta para analizar si con ellos puede analizarse
con meridiana claridad tanto el desarrollo como crecimiento económico,
dependiendo de las variables cuantitativas y/o cualitativas que se activen en
cada caso. Lo interesante del estudio son los nombres, dado que allí se
consigue una mixtura de naciones donde el tamaño no lo es todo.
En esa lista
encontramos a: San Marino, Emiratos Árabes Unidos, Noruega, Irlanda, Kuwait,
Brunei, Singapur, Macao, Luxemburgo y el número 1 de la lista, Qatar.
Sorprendentemente, cuando se junta PIB y PPA, los países industrializados salen
por completo del radar, lo que demuestra que brindar calidad de vida a los
ciudadanos puede rendir algunos frutos. Lo malo es que todas estas naciones
tienen porcentualmente pocos habitantes, por lo que su impacto en principio
solo sirve para mostrar el camino que debe tomar el mundo, en el entendido de
que es preciso entender que como seres humanos individuales se está de paso, y
es preciso dejar condiciones mínimas necesarias para las nuevas generaciones.
Su impacto, indudablemente solo marcará el destino de sus coterráneos.
¿Qué tienen en
común Irán, Corea del Sur, Reino Unido, Canadá, Alemania, Japón, India, Rusia, Estados
Unidos y China? Están muy industrializados, algunos ostentan de recursos
naturales que han explotado de forma desmedida durante el paso del tiempo,
tienen altos niveles de población y no están en la lista de los países más
ricos del mundo (aun cuando tienen los PIB más altos). Estas naciones
concentran la mayor cantidad de población, sin contar que son los que han
propiciado las mayores guerras de la historia, por la terrible apetencia de
poder que sistemáticamente han tenido sus gobernantes y que se traduce en
muchos otros problemas que quizás la humanidad no esté en la capacidad de imaginar
en la actualidad. Su impacto, indudablemente marcará el destino del mundo.
Siendo así, es
impracticable que los mayores beneficiarios del uso indiscriminado de recursos
naturales puedan estar interesados en generar un equilibrio con el que pueda
existir una probabilidad más allá de cualquier duda razonable de que con ello
pierdan parte de su poder como potencias mundiales, en un mundo que cada vez es
más bélico, variable que nada tiene que ver con la sostenibilidad, dado que
fácilmente pudiese ser considerada la mayor amenaza en cuanto a la extinción de
la raza. En este sentido, las acciones que puedan ejercer estas potencias
pudiesen ser consideradas hipócritas, estériles y solamente dirigidas a calmar
el ánimo de grupos con voz, que cada día suman más adeptos para tratar de
evangelizar sobre el impacto que tiene el actuar del ser humano en el planeta.
Definitivamente, fijar límites al crecimiento económico, como medida para
atenuar el desequilibrio entre riqueza y naturaleza, es la gran utopía.
De acuerdo a
Gabriel Enrique Leal “…se ha llegado a
proponer que los términos desarrollo y sostenibilidad son incompatibles toda
vez que el primero se basa en la homogeneización cultural y la destrucción de
los recursos naturales, mientras que el segundo propende por su conservación y
uso racional a partir de un estudio riguroso de la oferta ambiental”. Al
compararlo con crecimiento, la brecha es mucho más grande, dado que este
término solo persigue visualizar números atractivos, que no necesariamente
redundaran en calidad, tal como se visualiza en la lista de países ricos. Aquí,
sin duda alguna, el recurso natural solo sirve para la generación de riquezas,
lo que estaría orientado a una concepción débil de sostenibilidad.
El mismo Gabriel
Enrique Leal lo asocia claramente con las posturas de Robert M. Solow y
Mas-Collel, quienes sistemáticamente “…sostienen
que lo importante es la conservación del stock de capital global, sin que
importe que el capital natural se deteriore ya que se puede recuperar mediante
la inversión”. Esta concepción puede que tenga detractores muy rigurosos;
no obstante, pareciese ser la visión que imperará en el futuro de la humanidad,
incluso ante las peores calamidades. El hombre está convencido de que si el
mundo se queda sin agua, ingeniará la forma de inventarla, si los bosques se
quedan sin arboles alguna fórmula lo resolverá y si el mar se queda sin peces
algún otro alimento será creado en un laboratorio.
El consumo en
Asia (liderado por China) de los recursos naturales que pone sobre la mesa
América es más que apetecible. Estados Unidos se hace el autosuficiente y
confía en su sistema fracking para
con ello volverse menos vulnerable. Rusia se debate entre producir más o menos,
dependiendo del precio del mercado; los otros miran atentos a lo que ocurre en el
mundo (incluyendo a Venezuela, que desesperadamente trata de sobrevivir a un
hito político). De acuerdo a un estudio mostrado por Moisés Naím (2016) en su
columna del 8 de junio de 2013, el mayor nivel de consumo de energía llegará en
el 2020 y de allí en adelante declinará por un asunto de disponibilidad,
pudiendo ser compensada si y solo si irrumpe la creación de energía alternativa
(evento que aún no puede verse con mucha claridad) de forma abierta y masiva.
De acuerdo a
Moisés Naím (2016, p. 408), “Quizás la
buena noticia es que la madre naturaleza está contribuyendo a que todos
tengamos más incentivos para hacer los sacrificios necesarios para mitigar las
consecuencias del calentamiento global”, dado que con solo mirar a nuestro
alrededor vemos que el mundo da avisos serios que demuestran que el estilo de
vida de la humanidad no es “sostenible”, y las serias consecuencias que
generará el hacer caso omiso a lo que se está viendo de forma cada vez más
frecuente a través de los medios de comunicación social. De acuerdo a algunos
estudios, hoy en día las poblaciones se desplazan más por catástrofes
climáticas que por guerras.
Vilfredo Pareto,
citado por Gabriel Enrique Leal consideraba que “…un cambio es socialmente deseable si mejora el bienestar de los
miembros de la sociedad o el de unos cuantos, sin empeorar el de ninguno. Así
pues, no se puede hacer ningún cambio sin afectar el bienestar, si esto se
logra, la asignación de recursos es óptima o eficiente”. Absolutamente
elocuente la postura; desafortunadamente colida sustancialmente con el libre
mercado, por lo que indudablemente, los intereses de particulares siempre serán
preferentes, mientras el ser humano y las grandes naciones estén atentas a
cuotas de poder y no a su entorno.
Una percepción
fuerte de sostenibilidad hoy en día es inviable, pero más inviable será no
hacer nada y ver como los grandes capitales arrasan con el mundo con solo
apretar una tecla.
Por lo visto,
los números indican que la dimensión económica hace que la sostenibilidad no
sea sostenible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario