Buroz,
Oscar
García,
Wladimir
Milano,
Audines
La
sustentabilidad y sostenibilidad como conceptos han sido ampliamente debatidos
y discutidos en los espacios destinados para para tal fin, coincidiéndose
consistentemente con el hecho de que el equilibrio es clave para poder darse
una materialización pura de ellos, aun cuando en la práctica pareciese que
dichos términos pudiesen ser análogos o en todo caso estar contenido uno dentro
del otro. Muchos de estos análisis coinciden en que la interrelación y armonía
entre lo económico, social y ecológico debe darse por descontado en un contexto
justo. En función a ello, la Carta de la Tierra crea las bases para crear una
matriz relacionado con la toma de decisiones, fundamentada en principios con
relación a los grandes temas que pudiesen afectar el desarrollo en el futuro,
teniendo un epicentro claro en lo ético y social, como elementos claves para
generar condiciones para la sociedad.
Todo esto genera
finalmente que se conjuguen los elementos de sostenibilidad analizados por el
profesor Steven Rockefeller, dando una mirada clara hacía la transición a un
modo de vida que pueda sostenerse en el tiempo de forma radical y profunda en
la forma de pensar de las personas que hacen vida en el mundo y el cambio
paradigmático asociado a valores, actitudes y la forma como ve todo lo que lo
rodea; siendo así, la Carta de la Tierra permite dar una visión de lo que puede
llegar la humanidad si no se dan giros oportunos.
La transición es
un cambio de forma de pensar y actuar, de forma tal que permita entender que
los ciudadanos deben concebir que el equilibrio entre el hoy el mañana hace que
sea extremadamente complejo, por lo que
la profundidad e inmediatez de la transición, tendrá incidencias muy evidentes
y con consecuencias que pueden ser no claramente para visibles. Esta consulta
internacional se da por una evidente realidad ecológica, social y económica que
sistemáticamente ha afectado a la humanidad y las posibilidades de ver
generaciones futuras con igual o mejores oportunidades, advirtiendo de forma
global y no sólo la realidad que puede ser percibida por todos. Otro es el
evidente desarrollo consciente del hombre, el cual entiende que ya se han hecho
daños profundos y que han puesto en peligro al mundo y la forma de vida como se
conoce, producto de una actuación sistemática y consistente en aras de industrializar,
producir y consumir de forma desmedida.
Siendo así,
definitivamente todos estos principios fundamentados en valores, ética y en un
nuevo pensamiento humano, crea bases sólidas para este cambio que tarde o
temprano debe ser ejecutado de forma más eficiente y sistemática en aras de
obtener resultados que vayan en pro de generar condiciones, incluso para los
detractores de este movimiento. En todo esto, la ONU decide reconocer y apoyar
este emprendimiento, admitiendo la importancia del tema y valida de una u otra
forma la vigencia del tema, incorporando como un proyecto formal de las
Naciones Unidas. Sin duda alguna, esto demuestra que efectivamente el tema debe
ser analizado, con el objetivo de generar planes reales y no solo quedarse en
el plan romántico y teórico. La creación de un documento legalmente vinculante,
se obliga a los países miembros a que tomen este cambio, como parte de la
realidad de las naciones que representan. Afirmar que las personas son miembros
de la comunidad de la vida tierra, es totalmente cierto, lo que en el fondo invita al hombre a que no
se vea por encima del mundo, sino que entienda que efectivamente, su
intervención positiva, garantizará un hábitat mejor en el corto, mediano y
largo plazo, incluso más allá de su permanencia en la tierra. Dejar de agotar
los recursos de forma indiscriminada, pasará por la elevación de la conciencia,
donde la sociedad civil organizada deberá ser garante de impulsar la ética y
los valores desde todos los espacios que estén disponibles para la discusión de
tan apasionante tema.
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