
Tal como lo establece la tradición
democrática de muchos países occidentales, la educación a todos los
niveles académicos debe ser atendida y propiciada, por lo que termina convirtiéndose
en una obligación gubernamental de peso en los distintos escenarios geopolíticos,
sin obviar el hecho de que ha sido un punto de honor para los Objetivos de
Desarrollo Sostenible (ODS) y Objetivo de Desarrollo del Milenio (ODM).
Para que la educación funcione de forma armónica, debe existir una correlación
de esfuerzos entre el Estado, el empresariado y la academia, buscando con ello
la obtención de resultados positivos, que además sean medibles y favorables
para los estudiantes.
Ante la brecha que impone los
recursos insuficientes y una educación latinoamericana de baja calidad, la presente
problemática debe ser mitigada a través de esfuerzos mancomunados entre las Instituciones de Educación Superior (IES) y el empresariado. En este sentido, es fundamental propiciar una interacción
armónica, en conjunto con políticas gubernamentales que motiven y alienten a
los actores a invertir y generar condiciones, en un ambiente favorable,
garantizándose con ello sustentabilidad, calidad y longevidad. Allí, en ese
punto, la generación de beneficios fiscales puede ser clave, en aras de
propiciar condiciones coherentes, relevantes e interesantes para los actores.
Todo este entramado jurídico y
operacional debe estar orientado a un objetivo claro, y es el de generar
recursos de carácter económico que puedan ser direccionados en aras de cubrir
necesidades fundamentales (o incentivar la realización de tareas tendientes a
ello).
No obstante a lo anterior, el
aspecto ético debe estar incorporado en el análisis y ejecución de políticas de
este tipo; en función a ello, el diseño de modelos mancomunados de formación
profesional, donde interactúe el Estado, IES, empresas de distintos
sectores y jóvenes estudiantes, podría
ser la ruta más confiable en búsqueda de resultados provechosos; orientado a un
esquema de aprender a ser, aprender a hacer y aprender a convivir. De manera muy clara Turnnerman, aseveró que: "(…)
la sociedad del conocimiento, necesita de personas de mayor calificación,
aceptación y éxito porque la sociedad no demanda de personas que sepan o posean
contenidos, más bien requiere de personas que hayan aprendido a aprender, que
posean las herramientas conceptuales y no los resultados de su uso, para lo
cual considera como pilares de la educación el aprender a aprender; aprender a
hacer; aprender a vivir juntos; aprender a vivir con los demás y aprender a
ser". Sin duda alguna, hay que comulgar con ello.