Emprendimiento/Gerencia/Tributos/Finanzas/Tecnología/Social/Educación

Opinión



viernes, 16 de febrero de 2024

Discurso Acto de Grado UCAB Guayana, 16 de febrero de 2024

Estimado Rector, padre Arturo Peraza, autoridades de la Universidad Católica Andrés Bello Caracas y Guayana, padres y representantes, profesores, graduandos y demás invitados. Amigos todos.

Pasar por aquí me invitó de inmediato a recordar lo que sentí cuando estuve sentado justo en la misma posición que ustedes tienen hoy. Aun cuando ya han pasado más de 22 años desde ese momento, busqué un par de fotos para tratar de traducir como estaban mis emociones en ese instante y con ello entender lo que están viviendo. Recuerdo que llegué minutos antes de comenzar el acto; ese día me atasqué en el trabajo y en el tráfico de Caracas; mis padres me recibieron inquietos por la demora en un día tan importante para ellos y para mí.

En retrospectiva, creo que quizás la ansiedad del momento me hizo procrastinar la llegada.

Indudablemente siento que fue un logro importante; tal como ustedes, me había esforzado mucho en poder terminar la carrera universitaria en tiempo para poder hacer la transición a la vida adulta con algo debajo del brazo, que me permitiese ser útil para mí y para mi familia.

Las respuestas no estaban claras en lo absoluto, sentía que no era lo suficientemente bueno, que no había aprendido todo lo que debía y que quizás en más de una clase había estado pendiente de cosas que ya no tenía caso recordar en ese momento.

Ya había comenzado a trabajar un par de años antes de graduarme, pero sentía que los errores propios de la inexperiencia, pesaban menos sin título, que con título. Siempre sentí ese temor de que alguien dijese algún comentario negativo de mi universidad y mi formación académica, por lo que la ansiedad siempre estuvo allí. La receta de mi generación era: estudia, consigue un buen trabajo, cásate y vive hasta el final de tus días.

La presión de los susurros de amigos, familiares y compañeros de trabajo se vuelve como una especie de combustible peligroso, dado que pareciese que no nos permite ver nuestro camino; solo vemos el camino que otros quieren que transitemos. Esa ruta definitivamente no me hacía feliz.

Convivir con esos sentimientos pueden paralizarte o alentarte a entender que el hoy es lo que importa. En algún punto entendí que lo que lograra con mi carrera y con mi vida iba a ser el resultado de mis decisiones (fueren buenas o malas) y que todas ellas se sustentaban en una amorosa educación familiar y en una mejor formación académica, tal como ustedes. Allí comprendí que estaba listo para empoderarme de mi vida y sentir que el camino estaba allí, solo tenía que transitarlo con esfuerzo, fe y motivación, y que los resultados llegarían en el tiempo que Dios así lo permitiese. Ya no era momento de culpar a otros por mis errores, ni excusas de adolescente, todo iría por mi cuenta.

Ese sentimiento de reconocimiento de que los momentos buenos llegarían irremediablemente me alentó a sobrellevar las situaciones adversas, porque siempre tuve la convicción de que cada día me sentiría mejor conmigo mismo.

Así encaré mi profesión, así disfruté enamorarme de mi esposa, casarme y tener hijos, y así encaro hoy los bemoles de la vida, en un país que coloca tantos retos. La vida me ha enseñado que lo más importante es afrontarla con optimismo, esfuerzo, fe y mucho amor. La combinación de esto hace que el mundo cambie.

Luego, con el paso del tiempo me di cuenta que no todo giraba en torno a mí. En ese momento decido que parte de mi camino sería el de ayudar a otros con lo que he aprendido como profesional y es donde me uno a estas aulas y retribuyo por lo recibido y cierro el circulo que permite entender que nada tiene más poder que amar y servir. Estoy seguro que ustedes también encontraran la forma de retribuir lo que han recibido de sus padres, representantes, familiares y de su Alma Mater.

En palabras del Padre Ugalde: “En todo amar y servir, es una poderosísima fuente para transformar nuestra sociedad…”, sé que coincidimos con esa fuerte aseveración, dado que esto se ha convertido no solo en nuestro estandarte como universidad, si no en el sentir de todos los que queremos dejar este mundo, mejor de como lo hemos encontrando.

Nuestro país necesita mucho de ello, y todos los que estamos aquí somos responsables de que las condiciones mejoren en favor de los que están y de los que vendrán. Ustedes no son el futuro, ya son el presente y cada acción que hagan debe ir en torno a dar pasos en pro de algo mejor. No los vamos a dejar solos, no es un pase de testigo, es un proceso de aprendizaje compartido, donde nosotros hablaremos de nuestras experiencias y ustedes pensaran fuera de la caja, para con ello poder ser mejores en unidad. La receta de la generación de ustedes es: estudia, emprende, genera oportunidades para otros en un mundo que así lo reclama y se tan feliz como puedas.

Tengan certeza que todo tomará forma, todo tendrá sentido en el momento que deba ocurrir. El resultado se irá generando producto del esfuerzo y corazón que pongan cada día. La sumatoria de acciones, los llevará a la plenitud que todos deseamos. No son cien metros, son cuarenta y dos kilómetros y ciento noventa y cinco metros.

Cuando tenía la edad de ustedes mi mayor deseo era ser útil. Mi mayor miedo era fracasar. Pasó el tiempo y me di cuenta de que ser útil y no fracasar dependía de mi deseo de superación, de mi constancia, perseverancia y amor por lo que hago. Logré escuchar a mi yo interno, poniendo en silencio al resto de las voces que susurraban otras cosas que no quería para mí y que como ya dije, no me hacían feliz.

Para ustedes, hoy, el día de su graduación deseo que puedan silenciar esas voces, que puedan subir el volumen de sus pensamientos. Que entiendan que se vive cada día y se muere una sola vez, por lo que tenemos múltiples oportunidades de ser relevantes, de ayudar, de crecer y por sobre todo de ser plenos y felices.

Sientan y entiendan que su principal objetivo es sentirse bien con lo que hacen y que cuando tengan mi edad, miren por el retrovisor y se den cuenta que nada ha quedado en el tintero, y que, si tuviesen que vivir de nuevo, lo harían en los mismos términos.

Salgan por esa puerta orgullosos, optimistas y con ganas de dejarlo todo en pro de ustedes, sus familiares y el prójimo. Estoy seguro que al final del día dormirán en paz y sentirán que todo ha valido la pena.

Ya para despedirme no tengan miedo a equivocarse, no tengan miedo a fallar. Tengan miedo a no intentarlo con toda el alma.

¡Felicitaciones a todos! Muchas gracias por este privilegio.