La situación pandémica tomó a
Venezuela en una crisis muy severa. La escasez de medio de pagos
formales y la
incorporación de facto del dólar como moneda de menudeo (instaurado previamente,
pero intensificado con los recientes acontecimientos), ha generado un proceso
sistémico y espontáneo de masificación de la informalidad, lo que
inmediatamente se presenta como una serie problemática que debe ser abordada de
forma sistémica y científica.
Esto ha traído consigo la
desaparición paulatina de negocios de derecho, quienes se vieron en la
tentación de retraerse y alejarse de las formalidades propias de los negocios.
Como una primera aproximación
empírica, se pudiese considerar que esto ha afectado al emprendimiento como
movimiento social, económico y ambiental, dado que aun cuando los “nuevos empresarios”
han incorporado dentro de su génesis la generación de valor (a través de la
innovación), no se muestran como negocios sustentables, considerando que
carecen en muchos casos de componentes de carácter fiscal, contable y legal,
quienes indudablemente dan piso a la probabilidad de ser escalables en el
tiempo. Esta situación genera una severa perversión del sistema económico y nos
muestra un escenario complejo e incluso caótico.
Siendo así, todo indica que los
negocios tenderán a preocuparse por aspectos estrictamente operativos, dejando
las formalidades de lado, asumiendo con ello significativos riesgos de toda
índole.
Revertir esta situación es aún
más difícil, dado que será titánico poder reorientar los esfuerzos que se han
dado, reconduciéndolos a paradigmas donde la legalidad es pieza fundamental, en
ambientes donde abiertamente ha sido coartado dicho principio, y donde el
derecho a la defensa termina siendo un término abstracto y utópico de poca o
nula aplicabilidad. En este particular, como objetivo en esta primera
aproximación, se considera relevante identificar los disparadores que pudiesen incentivar
a las empresas a volver a la formalización, así como conocer algunas tareas que
deberán ser considerados de cara a un futuro sostenible.
Como primer punto, para poder
retomar el camino de la legalidad, dichos emprendimientos o proyectos
empresariales deberán sentir algún tipo de estímulo por parte de otros actores,
que los inviten a encender las luces, y dejar de trabajar enclaustrados en
cuatro paredes, utilizando a la tecnología como el vehículo para llegar a sus
clientes. Desafortunadamente, la acción individual de los empresarios no será
suficiente para poder propiciar condiciones de formalización que fortalezcan al
sector productivo.
Algunos de los actores y/o
acciones que pudiesen influir positivamente en el reordenamiento y
formalización de la economía son:
· El crédito es el perfecto instrumento para poder
crear negocios escalables. La inversión en infraestructura, talento humano o en
cualquier otro elemento, generaría (con estrategia) efectos multiplicadores más
que probados. El gran reto será que la banca también sea estimulada por el
Estado, considerando que prácticamente han sido apartados de la economía. Su
única función es principalmente la de puente entre clientes y proveedores.
El encaje legal, las limitaciones impuestas por entes
regulatorios y la inflación (hiperinflación) son algunos de los principales
obstáculos.
Una vez que la banca se reactive, las empresas se
verán en la obligación de ser rigurosos con todos los aspectos relacionados con
el cumplimiento legal, tributario y contable, dado que tendrán la necesidad de
mostrar información fidedigna y auditable, a fin de poder obtener recursos que
servirán para sus propósitos empresariales.
Volver a esquemas, donde la información contable sea
útil para los usuarios, es el más grande deseo de todos los actores.
En la actualidad, prácticamente es imposible incluso
abrir una sencilla cuenta bancaria a la vista, menos es posible llevar a cabo
transacciones en monedas extranjeras, lo que obviamente ha generado severas
distorsiones y restricciones.
La banca ha sido desarticulada y desmantelada
sistemáticamente. De haber algún tipo de incentivo a este sector, veremos que
su recuperación será gradual, pero con impacto a todo nivel.
· Proyectos de envergadura auspiciados por el
gasto público o por la inversión privada como mecanismo de multiplicación
empresarial. Poder reactivar tantas obras que han sido detenidas producto de la
crisis y la corrupción, dará oxígeno a
empresas que se han tenido que retraer voluntariamente.
Tener la posibilidad de participar en procesos de
licitación transparentes y honestos será un aliciente para reactivarse de forma
ordenada. El gran reto será el éxodo de profesionales y el deterioro de las
maquinarias y equipos que en algún momento estuvieron a disposición de dichas
entidades. Por algo habrá que comenzar.
La entrada de recursos frescos, requiere de
condiciones claras para potenciales inversionistas. El fuerte de las últimas
décadas no ha sido la protección del capital.
· Beneficios de carácter tributario, tales como:
zonas libres de impuesto, beneficios para la contratación de personal
profesional, rebajas por nuevas inversiones, simplificación y eliminación de
tributos, etc., son un paso de inicio que por naturaleza propicia la
activación. Lograr ubicar inversionistas que estén dispuestos a iniciar
proyectos con riesgos claramente identificados y bases razonablemente medibles
puede generar el tan ansiado clima de confianza que en la actualidad no existe.
Se puede iniciar por un proceso de remisión
tributaria, con el objetivo de generar un ambiente de buena fe entre los
actores.
· Simplificación
y sistematización del sistema de registros y notarías, con el objetivo
de garantizar que la constitución de empresas sea dada de forma sencilla y
amigable. Eso, automáticamente permitirá que los emprendedores vean como
factible la creación de negocios. Verlo como una ventaja, y no como una
obligación imposible, es función clara del Estado.
· Desarrollar e incentivar el mercado de
capitales, como mecanismo para la obtención de recursos y al mismo tiempo como
ambiente para la inversión de los particulares.
· Abrir zonas que incentiven a sectores, tales
como: tecnología (software y hardware);
producción de insumos de salud (medicinas, equipos médicos, etc.); negocios
orientados al teletrabajo y espacios compartidos (coworker); empacado y
distribución a escala y comercio electrónico.
· Incentivar a las grandes universidades públicas
y privadas a crecer en torno a un plan país, donde se retome la idea de
profesionalizar y tecnificar la nación, en función a la “vocación” de cada
región.
· Desarrollar las telecomunicaciones a todos los
niveles.
· Incentivar y desarrollar nuevamente el parque de
movilización del país (aeropuertos, puertos, terminales terrestres, transporte
público urbano e interurbano, ferrocarril, metro, etc.)
Todas estas medidas deben
llevarse a cabo tomando en cuenta un nuevo reordenamiento de lo que serán las
actividades dentro de los centros de trabajo, habida cuenta de que estamos en
un esquema que hace que el distanciamiento social haya llegado para quedarse.
Puede que muchas de éstas medidas
sean impuestas de forma obligatoria por los entes regulatorios, o que
sencillamente sean diseñadas y aplicadas por estructuras organizacionales más
definidas y comprometidas. Entre algunas de ellas podemos identificar:
· Creación de unidades, o al menos de responsables
directos, orientadas a la creación, aplicación y seguimiento de planes de
contingencia.
· Desde los departamentos de talento humano, la
creación de nuevos protocolos de búsqueda de personal, contratación y
evaluación de riesgo de los colaboradores.
· Planes de reforzamiento de la filosofía
organizacional de las empresas, para con ello dejar claro la misión, visión y
objetivos de la empresa. Eso refrescará lo que se espera de cada colaborador,
independientemente del momento que esté viviendo la entidad.
· Reforzamiento de la plataforma tecnológica en
todos los sentidos. La conexión remota debe estar garantizada 24/7, siempre y
cuando esté disponible el servicio de comunicación.
· Normas de convivencia en la oficina, a fin de
optimizar los espacios de forma estratégica, evitando el aglomeramiento de
personal en espacios no acordes.
· Concientización sobre enfermedades. Cada
trabajador deberá tener claro los momentos en los que deberá trabajar de forma
remota de manera preventiva.
· Evaluación de aspectos logísticos, movilización,
hospedaje, etc.
Muchas de estas acciones podrían
generar nuevos costos que pudiesen ser incluso materiales. Dichos costos
deberían ser considerados como deducciones a efectos de la determinación de la
renta y en un porcentaje, como rebajas directas al impuesto en cuestión. Todo
esto con el fin, de que las empresas puedan contar con los recursos necesarios
para afrontar los retos por venir de forma asertiva, eficiente, efectiva y
eficaz.
A modo de cierre, los retos son
gigantes. Para poderlos llevar a cabo se requiere una clara tripartita entre
Estado, Empresarios y Colaboradores. Desde hace mucho tiempo se ha demostrado
que es imposible avanzar a un mundo sostenible sin aplicar este esquema, por lo que
definitivamente se requiere del concurso general, para poder llenar esta lista
de chequeo e irla ejecutando en un tiempo medible y finito en favor de todos.
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