Seguridad jurídica y económica
Aguas arriba
La seguridad jurídica y económica es fundamental para dar
señales claras de que se invita a las
empresas a invertir en cualquier país con
reglas equitativas y de obligatorio cumplimiento por parte de los Estados y
contribuyentes. Los recientes casos de empresas extranjeras abandonando
inversiones en su totalidad (cosa que luce como de ciencia y ficción), desincorporándolas
en estados financieros corporativos o sencillamente rematándolas porque ya no
aguantan más cargos y descuentos que afectan su rentabilidad, parece una
especie de historia de terror difícil de comprender y aceptar en la actualidad.
Ver lo que está ocurriendo demuestra que la gestión pública de hoy es nefasta.
Es increíble entender como alguien es capaz de abandonarlo
todo, por estar ya exhausto de una situación que se vuelve cada vez más
insostenible. Es como si se tuviese un carro que presenta fallas y un buen día se
deja en la calle, tratando de pensar que no existió. Peor aún, se quema, esperando
ver las cenizas y no saber nada más de él. El equivalente de este momento, es cuando
se tiene un negocio con maquinarias, inventarios, infraestructura y personal y
de tanta desesperación y desesperanza la decisión más razonable es dejar todo atrás
de inmediato.
Aguas en el medio
Una empresa con intenciones de hacer actividades comerciales
licitas, que sufre de acoso por parte de cuanto ente gubernamental exista y que
además pierde la posibilidad de tener divisas (una restricción que lo único que
hace es demostrar lo disfuncional del gobierno) está a las puertas de cerrar y
botar a todo personal que tenga en nómina, asumiendo todas las responsabilidad
por una decisión que es tomada porque sencillamente a un puñado de funcionaros “públicos”
se les ocurre la brillante de idea de cercar el emprendimiento privado, por
considerarlo incorrecto, antipatriótico o con cualquier otro calificativo del
mismo o peor tenor. Sencillamente, se siente como si estuviésemos uno, dos o
tres siglos en el pasado y, lamentablemente, en ese preciso momento hay que
estar ligeramente de acuerdo con el que decide dejar familias enteras sin una
fuente de empleo formal.
La verdad es que aún podemos ver muchos empresarios y
emprendedores pensando en hacer o mantener negocios que no dependan del Estado,
que interactúen poco con entes del gobierno, que tengan un perfil
extremadamente bajo y que sencillamente se vuelvan prácticamente invisibles
para con ello disminuir las amenazas asociadas a pensar en grande. Conclusión,
el gobierno venezolano invita a que todos vivamos de la informalidad, la
desidia, mediocridad y de mendigar.
Aguas abajo
Mientras el mundo aúpa la innovación, la creación de grandes
corporaciones con bienes y servicios exportables y que la inteligencia de sus
ciudadanos sea la que marque el rumbo del país, nosotros nos encontramos con
emprendedores y profesionales que desean hacer cosas grandes (que por
ignorancia o por ser tercos no se detienen ante las amenazas del Estado) pero
que tienen obstáculos que deben sortear todos los días para mantenerse en pie,
ante la mirada fría de la peor clase política que hemos visto en nuestra
historia.
Luego, leemos estadísticas escandalosas de la cantidad de técnicos,
licenciados, especialistas, magísteres y doctores que han decidido irse con
razón del país, mientras que los que estamos dentro hacemos un esfuerzo
gigantesco por brindar un salario y unas condiciones mínimas a nuestros colaboradores,
preparándonos para ser mejores gerentes cuando la situación cambie en
el país. ¿Cuándo será eso? Cuando cambiemos de actitud y comprendamos que el
funcionario público es un empleado de los contribuyentes y que su gestión debe
ser valorada por resultados y no por ideologías o discursos vacíos de ideas
claras y repletos de palabras que solamente pretenden separar para mantenerse
en un cargo. Ese momento llegará, pero por lo pronto debemos seguir trabajando,
aguantando y aportando para un mejor mañana. Hasta la próxima entrega @wlagc http://actualidadfinancierayfiscal.blogspot.com/
Excelente análisis Wladimir. Sobre todo el ejemplo del carro que presenta fallas y un día se deja abandonado. Más claro imposible.
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