Aguas
arriba
Se
decía que todo príncipe debía leer la obra de Maquiavelo, lo que tendría un profundo impacto en su futuro
reinado, y con ello garantizar continuidad y “prosperidad” en su tiempo en el
trono. Cuando traemos al presente muchas de las frases de este intelectual
funcionario monárquico de un mundo muy lejano para nuestro hoy (nació en 1469 y
murió en 1527), nos damos cuenta que muchos políticos en Suramérica aún siguen
viviendo a la luz de sus ideas y principios.
Ciertamente,
la obra de Maquiavelo hace que se le
acredite el título de padre de la ciencia política moderna, por su invaluable
aporte en entender el contexto que le tocó vivir (incluso poniendo en riesgo su
integridad) y con ello sistematizar en parte las causas y consecuencias de las
victorias y derrotas políticas de su época. Todo el impacto que causó no lo vio
en vida, pero sin duda alguna marcó la historia de forma fulminante. Su obra El
Príncipe terminó siendo un presente para Lorenzo
II del Médici y para el mundo.
Visualizar
como se concluye “que a los hombres conviene o atraerlos por la buenas o
anularlos, porque de las ofensas leves se vengan, pero de las graves, no” hace concluir
que la fortaleza que han puesto los gobiernos del Siglo XXI en atropellar a
ciudadanos es pieza clave para manosear la dignidad de naciones que terminan siendo humilladas por limitados
grupos de personas con intereses muy particulares, entendiendo que al
arruinarlas socaban sus creencias más profundas, con el objetivo de hacerlos
olvidar que en algún momento de sus historia fueron prosperas.
Aguas
en el medio
De
acuerdo a Maquiavelo “hay tres
maneras de mantener dominio de los Estados conquistados y que antes de la
conquista vivían en libertad con leyes propias. La primera, arruinarlos; la
segunda, ir a habitar personalmente en ellos; la tercera, dejarlos vivir con
sus propias leyes, recabando tributos y creando en ellos un gobierno
oligárquicos que te lo conserven amigo”. Sin duda alguna, pareciese que la
primera opción es la que más adeptos ha conseguido, no renunciando al cobro de
tributos como forma de usurpar los intereses económicos de la poca fuerza
productiva existente.
Esto
demuestra en cierta forma, que El Príncipe sacó a la luz la perversidad de los
gobiernos, dejando dar una mirada clara a la visión autoritaria que mantienen
los gobiernos para con ello poder sobrevivir, partiendo de que existe una
eterna lucha entre los pueblos y los gobernantes, considerando que estos
últimos deberán partir de la premisa de que los primeros trataran de cortar sus
yugos en el primer momento que sea esto posible. Tratar que esto no ocurra es
la primera enseñanza que dichos postulados plantean.
Aguas
abajo
Hoy
en día son contados los reinados existentes. Muchos de ellos ya no tiene la
autoridad de otrora; el problema lo conseguimos con gobiernos aparentemente
democráticos que se atreven a verse a sí mismo con imprescindibles, engendrados
en la más rancia perversidad de los más desposeídos, quienes ven en salvadores
la posibilidad de invertir las circunstancias y tomar una cuota de poder (por
pequeña que aparente ser) que les haga sentir por primera vez incluidos en un
sistema que por naturaleza los miró sobre los hombros.
El
reto más importante se basa en sobrevivir a la calamidad que esto genera,
evitar que los postulados más negros sobre la forma de maniatar a las masas se
materialice por tiempo infinito y que en algún momento los pueblos entienda que
fueron parte de un juego de ajedrez donde a victoria estaba cantada, porque
sencillamente el jugador Estado ya sabía de antemano las piezas que jugarían
los ciudadanos por desesperación o completa ignorancia. No existen precedentes
escritos de que Maquiavelo haya dicho
el fin justifica los medios; no obstante, su obsequio a los príncipes y reyes
de su época era darles toda la enseñanza para que entendieran que la debilidad
ante los hombres sería su propia ruina. Hasta la próxima entrega @wlagc http://actualidadfinancierayfiscal.blogspot.com/
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