Aguas arriba
En alguna oportunidad escuché a un familiar muy cercano
diciendo algo que me impresionó mucho. Comentaba con especial entusiasmo que la
vida le había dado mucho más de lo que alguna vez soñó en su infancia, por lo
que su situación actual se le hacía bastante cómoda.
Que alguien diga eso, luego de tantos años de trabajo y
esfuerzo es bastante inspirador y alentador desde el plano netamente familiar y
demuestra que el hard work deja
frutos en el largo plazo, haciendo así que valga la pena todo el esfuerzo de la
juventud y parte de la vejez en el caso de que el tiempo no haya sido tan
complaciente.
Cuando uno es niño, probablemente los sueños se cruzan con
la realidad y hacen que queramos ser astronautas pero nos topemos con que esos
señor@s están en Cabo Cañaveral en el estado de la Florida y nosotros estamos
de este lado del mundo con probabilidades relativas de lograrlo. Eso no ha
evitado que muchas personas de habla hispana y hasta sin recursos, hayan
logrado concretar metas poco esperadas.
Aguas en el medio
Así tenemos el caso del ingeniero venezolano Rafael Reif, el
cual fue elegido como presidente del Instituto Tecnológico de Massachusetts, en
los Estados Unidos de América. En principio, un ingeniero Eléctrico graduado en
1973 de la Universidad de Carabobo en Valencia, con estudios de alto nivel y
que probablemente no esta tan sorprendido de su logro, porque fue producto de
un esfuerzo incalculable. Como muchos saben, ser la principal referencia de una
de las universidades más importantes del mundo no es poco cosa.
El llegar a un logro de este tipo en tu país de origen, con
tu propia lengua y bajo condiciones más
o menos controlables, el logro sería para celebrarlo. Lograrlo en otro país,
con otro idioma y con una competencia prácticamente mundial, debe ser valorado
a un mayor porcentaje, sin importar el país que sea. Lo importante aquí es tener
éxito donde otros no han podido, no por el éxito perse, sino por la muestra de gallardía que pocas veces es valorado
en sociedades un tanto bizarras, donde vale más jugar al caos.
Siendo así, cualquiera puede hacer grandes cosas, partiendo
de cosas pequeñas. Lo más importante es visualizar esa meta complicada para la
mayoría, pero factible para los que tratan de lograrla sin esperar el
beneplácito del colectivo, sino el disfrute personal de llegar donde el resto
no cree hacerlo.
Aguas abajo
Por allí dicen que el miedo es libre y además es un evento prácticamente
imposible de evitar. Cuando estamos cerca de lograr una meta que para muchos es
un sueño, se cruza lo real con lo abstracto y entramos en una especie de trance
que nos hace no entender el evento que estamos viviendo. El que se plantea una
meta y la ve desde sus cimientos, le da un valor particular al logro. No es lo
mismo ver algo ya iniciado, que crear todo con las manos, con todos y sus
errores –que siempre abundan-. En vano un importante deportista decía que sus
desaciertos fueron más que sus aciertos, pero que la clave del éxito fue que
siempre siguió insistiendo sin desmallar y sin aferrarse a las personas que a
todo le buscan un problema, que de forma advertida o inadvertida dinamitan la
dinámica propia del que quiere lograr cosas. Todo lograrlo sin golpear,
desmeritar o agredir a otros alrededor.
Pocas personas saben lo importante del logro que obtienen, y
a veces, solo la posteridad es la que logra reconocer el recorrido de alguien -más
aún si fue un camino no transitado, o transitado por pocos-. Tener tino para
entenderlo y aceptarlo no es sencillo. En una oportunidad vi un documental de
un destacado músico, que se tomó la tarea de dejar grabado sus vivencias en un
lapso de tiempo y cuando le preguntaron la razón de su decisión, expresó que él
estaba claro de que sus logros iban a ser comentados y discutidos por la
posteridad. Déjenme decirle que aun
cuando haya sonado un tanto pedante, no se equivocó. Hasta una próxima entrega.
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