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Opinión



domingo, 26 de julio de 2015

Actualidad financiera y fiscal en El Diario de Guayana N° 210

Trabajo en equipo 

Aguas arriba 


Paseándome por lecturas me consigo con una imagen en la cual se ven un montón de sillas vacías en forma de reunión -una especie de semicírculo un tanto tenebroso que suena a interpelación-; lo particular es que había una sola persona sentada, haciendo las veces de líder de una eventual futura reunión. También podía entenderse como el inicio de una reunión 2.0 en la cual no necesariamente debe compartirse un espacio físico para poder discutir, dado que la tecnología permite hacer lo que antes veíamos con asombro en las películas.

Ahora bien, mi sorpresa es cuando en el texto leo que se concluye que el trabajo en equipo está sobrestimado y que para poder cultivar la creatividad de las personas se requiere como pieza fundamental el trabajo en solitario y así lograr que hagan cosas realmente innovadoras y por supuesto -y extremadamente importante- poder sencillamente culminar una tarea en tiempo y con calidad.

Claro está, en principio para algunos esto pudiese ser un cambio paradigmático que sacude un tanto el cerebro, dado que hemos luchado en los ambientes laborales y en la academia por vender la idea de que el trabajo en equipo es como el oxígeno, pasando incluso por encima de las características personales y necesidades de los individuos que queremos insertar en dichos grupos. Siempre vemos que el éxito de las tareas pasa por el hecho de que muchas personas se involucren y aporten. Para otros será algo obvio -y hablarán un poco del enunciado- y para algunos sencillamente será una especie de mutación necesaria.

Aguas en el medio 

Reflexionando un poco, recuerdo un viejo assessment en el cual se concluía que personas que disfrutaban la lectura, la escritura, el running, la natación y cualquier otra actividad principalmente individual, eran seres que profundamente debían trabajar de manera solitaria y ser incorporadas en grupo solo para compartir y discutir ideas previamente analizadas, dado que su rendimiento y orientación al logro era mucho mayor y sentían que los grupos minimizaban ese poder de análisis introspectivo y por el contrario se convertían en obstáculos.

Empieza a tener todo un poco más de sentido cuando visualizamos reuniones ejecutivas, comités, tormentas de ideas y demás actividades formales que tienen como objetivo natural hacer muchas cosas que probablemente no se cumplen, que cuentan -casi siempre- con personas que jerárquicamente pueden tener mayor participación -pero menor rendimiento- y personas con menor posicionamiento e incluso menos skills para proponer ideas, pero con ideas más eficientes. Allí definitivamente me sentí muy identificado. Todo esto trae consigo la realización de actividades estériles que hacen perder tiempo e interés por innovar.

Todo se torna en una secuencia de hechos, palabras y agendas por desarrollar, donde al final del día se sale con el sabor agridulce en la boca de que los resultados fueron previamente propuestos y preaprobados por un grupo dentro del grupo -normalmente no el aventajado intelectualmente-. Lo peor es cuando dichas ideas no son la respuesta a las necesidades.

Aguas abajo 

Como siempre, este tipo de situaciones son para analizarlas y en cierta forma dar el valor exacto a la creación de grupos o equipos para cada situación, tratando de identificar personas que por sus características se sentirán más retadas si se les permite llevar la batuta en todo el tema conceptual de ciertos proyectos y con una idea más clara, afinarla con la ayuda de reuniones breves de trabajo donde se alimente de preguntas y sugerencias de sus pares/no pares.

Es imposible visualizar a los genios de la historia, invitando a equipos de trabajo a proponer soluciones para proyectos soñados y diseñados de forma solitaria que en cierta forma puedan desviar el foco de propuestas de avanzada y poco convencionales para su tiempo, considerando que una condición humana siempre es la de tirar piedras a personas que desean innovar. Es imposible pensar que ante la invención de la electricidad, el teléfono y tantas otras cosas había cientos de personas aupando y aplaudiendo a los solitarios innovadores. Por el contrario, seguramente habría amigos y familiares pensando que el inventor estaba totalmente fuera de sí. Allí no cabía posibilidad a la creación de equipos de trabajo para discutir.

Cuando llevo esto a la academia o a grupos de trabajo desiguales, logro ver con claridad a grupos de cuatro, donde uno escribe, otro dicta y los otros dos cuentan historias de risa. Al ver eso estoy seguro que en ocasiones los grupos están sobrevalorados y que hay que darle a cada quien el sufrimiento –o placer- de pensar, innovar, proponer y ejecutar a ver qué pasa. ¡Digo yo! Hasta la próxima entrega @wlagc http://actualidadfinancierayfiscal.blogspot.com/

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