El Everest
Aguas arriba
La primera vez que subí el Ávila me di cuenta que siempre quedaría prendado a él. Disculpen si para mí siempre tendrá ese nombre y honestamente dudo que pueda habituarme a llamarlo de otra forma. Subí con unos amigos, todos en medio de la adolescencia y con la irreverencia propia de la edad. Algunos en ropa deportiva, otros con jeans, algunos con la resaca del día anterior, pero al final todos con la emoción de llegar a Sabas Nieves.
Fue una travesía que pareció eterna, con subidas, barro, piedras y una que otra rama que se interponía en nuestro camino, pero que no impidió que disfrutáramos el ver a Caracas desde lejos y al cielo desde cerca.
Cuando llegamos a nuestra meta, en lo particular sentí algo increíble. Me di cuenta de que debía haber hecho ese recorrido desde mucho antes, pero que había puesto ciertas barreras enfrente que se interpusieron a la emoción de respirar aire puro en una ciudad como la capital de nuestro país.
Aguas en el medio
Como todo en la vida, tocó la hora de bajar; y es que definitivamente todo en la vida tiene altas y bajas y por consiguiente debemos aceptar en todo recorrido que siempre habrá que descender y reencontrarse con eso que dejamos atrás. Luego de estar en ese paraíso, el tener que enfrentarse al tráfico, al metro y a la contaminación hace que tenga que ser evaluado seriamente si es hora de tomar otros rumbos -que de hecho tomé- y revaluar lo hecho.
Cuando ya tenía dominado el trayecto, decidí colocarme metas más ambiciosas, hasta que un día decidí que por qué no podía llegar hasta el Humboldt y bajar a Vargas -y así lo hice- siempre con la idea de que lo que sube, tiene que bajar.
Aguas abajo
Pasan los años y ya escasamente puedo subir a Sabas Nieves una vez al año, pero lo sustituí con la Llovizna -increíble-, por lo que sé que no salí perdiendo. De subir el Ávila aprendí que no importa cuantas veces haya bajado y subido, que no importa cuán lejos este, siempre podré volver a subir porque ya sé el recorrido y por más tiempo que pase, jamás eso cambiará.
Un emprendedor debe saber que hay que hacer un esfuerzo bárbaro para llegar arriba, también debe saber que algún momento caerá, pero también debe saber que ya conoce el camino para volver a ser exitoso cuantas veces sea necesario y nunca desfallecerá. Por allí dicen que cada quien tiene su Everest...yo estoy de acuerdo. Hasta una próxima entrega. @wlagc http://actualidadfinancierayfiscal.blogspot.com/
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