El proceso de
emprendimiento nace fundamentalmente de una idea de negocio o de acción de
responsabilidad social (lucrativo o no) que tiene como pilares claves el poder
generar el desarrollo de un concepto que sea rentable, posible, con un impacto
social importante y por sobre todo innovador. De no cumplirse todas estas
variables, puede que sencillamente el proyecto no pueda catalogarse como tal,
sino este enmarcado en la estructura de un negocio con el objetivo de cubrir o
compartir un nicho de mercado existente, en el cual se tendrá que interactuar
con personas y empresas que vienen dedicándose a lo mismo de forma sistemática.
Esto tampoco debe ser estigmatizado, considerando que por temas poblacionales y
estacionales, siempre se requiere de variedad para poder abastecer el mercado
de bienes y servicios rutinarios.
Cuando el
proyecto deja de preocuparse por mercados existentes y empieza a crear nuevas
necesidades, es cuando realmente pudiésemos decir que estamos frente a un
emprendimiento que aparte de dar nacimiento a una demanda, también crea un
modelo sin fecha de caducidad, considerando que el compromiso esta tan medido y
analizado que permite visualizarlo en el corto, mediano y largo plazo. Esto
hace pensar que el emprendimiento obtendrá los frutos que todo inversionista
estima recibir (para el caso de los proyectos con fines de lucro) o que la
responsabilidad social llegará a los estratos que desean ser atendidos
(proyectos sin fines de lucro).
Pareciese que
este proceso se fundamenta en aspectos empíricos o simplemente orgánicos, cosa
que es totalmente falsa (en la mayoría de los casos), dado que esta idea o
grupo de ideas se masan con mucho cuidado para poder llegar al punto que
deseamos obtener, cosa que sin duda alguna será clave para poder llegar a tener
resultados malos, moderados, buenos o excelentes. Dependiendo de la atención
que se le ponga a los detalles, se podrá llegar a mejores resultados en
términos conceptuales, lo que debería redundar en la aceptación del mercado
ante el bien o servicio a ser ofrecido por el diseñador de la idea. Obviamente
nunca será fácil poder proponer cosas innovadoras con tantos años de vida en el
mundo; no obstante, siempre podrá haber algo que diferencie a unos de otros. En
lo teórico existen varios métodos probados para sistematizar el proceso de diseño
de ideas.
Existe una
teoría muy interesante de los océanos azules y los océanos rojos, que
metafóricamente trata de diferenciar mercados en los cuales la competencia es a
muerte, lo que hace que probablemente no veamos márgenes de rentabilidad interesantes,
o sencillamente los números sean tan rojos que sea doloroso verlos; o los
azules, donde las oportunidades están allí para ser creadas y atendidas de
forma planificada, produciendo nuevos patrones de consumo, los cuales deberían
ser perdurables en el tiempo de forma constante. Todo tuvo un inicio, y en sí mismo, muchas de
las cosas que vemos hoy como normales, fueron pequeños océanos azules en su
momento.
Desde el Walkman (donde al principio la gente
veía innecesario y hasta loco estar caminando mientras se escuchaba música),
pasando por las distracciones como el Circu
du Soleil e incluso el uso de portátiles, softwares, entre muchos otros
conceptos, fueron mercados donde pocos querían incursionar porque sencillamente
sabían que los riesgos de crear demandas eran inmensamente mayores, a los
riesgos de incursionar en mercados ya maduros. Es más sencillo vender una resma
de papel, que un concepto innovador y arriesgado que pueda generar mucho que
pensar a los consumidores, siendo indeterminable las posibilidades de resultados
positivos. Por supuesto, hay productos y servicios que a simple vista se
convertirán en éxitos inmediatos, mientras que habrá otros que irán directo al
cesto de la basura.
En los
proyectos de emprendimiento existe muchas veces un punto común. La falta de
recursos y de posibilidades de financiamiento hace que sea más complicado poder
llevar a cabo la creación de bienes y servicios innovadores. Poca gente quiere
apostar por cosas estrafalarias o inicialmente confusas. Otros, pueden ver una
oportunidad de inmediato y es por ello que hoy en día podemos ver tantas redes
sociales que reciben millones y millones de dólares en financiamiento, porque
saben que recibirán millones y millones de dólares en ganancias. Hace 50 años era
impensable invertir en algo que ni siquiera podíamos tocar, pero ahora sabemos
que está allí y que hace que los inversionistas se revuelquen en sus sillas
pensando qué hacer con tanto mercado.
Los tiempos
pasan y siempre habrá personas dispuestas a crear y algunos a invertir, el
punto sería poder unir ambas puntas y hacer que las cosas pasen. Este evento
pudiese también interpretarse como algo empírico u orgánico, pero la verdad es
que no es cierto, considerando que en muchos países el crowdfunding ha sido pieza clave para que personas con pocos
recursos ayuden voluntariamente a personas con ideas grandiosas carentes de
recursos, siendo instituciones o compañías las encargadas de gestionar los
recursos y direccionarlos a las personas que realmente merecen hacer proyectos
con impacto. El gran trabajo en un país inflacionario, será el de crear fondos
que no pierdan su valor en el tiempo y que de una u otra forma garanticen que
los recursos sean ejecutados de forma correcta.
Si juntamos la
técnica creativa (haciendo un proceso simple, estratégico y altamente
profesional) y lo juntamos con las oportunidades de financiamiento a través de
inversores grandes o pequeños o incluso con el impulso de instituciones
financieras (que tengan el tiempo para escuchar el sueño de alguien), pero no
se cuenta con una plataforma jurídica suficientemente ágil y sana, puede que
los resultados nunca lleguen a materializarse, o que su impacto sea menor al
que se tendría si el proyecto hubiese sido desarrollado en otra jurisdicción
más benévola Es por ello que el impacto del Estado como ente regulador será
como el oxígeno para todo el que quiere
diseñar y aplicar una idea, en el entendido de que ante condiciones adversas,
la subida se hace más difícil.
Está más que
entendido que otra cualidad importante
del emprendedor es la resiliencia; no obstante, también está claro que ante más trabas, el proyecto se tardará más
en llegar a explotar sus potencialidades en el corto, mediano y largo plazo. Es
por ello que se necesitan altísimos niveles de seguridad jurídica y económica
para creadores, inversionistas y trabajadores; con ello todos de una u otra
forma podrán sentir que sus aportes serán respetados en función a los riesgos
que asumen. Nunca podrá ser igual el riesgo del inversor, al riesgo de un trabajador,
por más que el último sea pieza clave para materializar un concepto, haciéndolo
realidad y creando esa conexión con el mercado al cual se quiere atender.
Si ahora unimos
la idea, el financiamiento y un Estado que proteja e incentive el ingenio (propiedad
intelectual y retorno de la inversión/ganancia) estamos ante una jurisdicción
que pudiese convertirse rápidamente en exportador de tecnología y
servicios, lo que deja hablar muy bien
de lo que pudiese ocurrir y todo el efecto multiplicador que genera en jóvenes (y
no tan jóvenes), al ver que los proyectos factibles si pueden hacerse realidad
si se está consciente de todos los sacrificios que deben hacerse en lo
personal, familiar y profesional para poder emprender algo, considerando que el
primer obstáculo es nuestra mente y el siguiente son todas las personas
cercanas o no, que bombardearan al emprendedor con sus propios miedos.
¿Estoy
dispuesto a sacrificarme? ¿Es sencillo llevarlo a cabo? ¿Existe un mercado o
debo inaugurarlo? ¿Mi producto o servicio es bueno? ¿Dónde lo puedo hacer? ¿Qué
debe incluir mi oferta de valor? ¿Cuándo es el momento ideal para llevarlo a
cabo? ¿Tendrá vida en el mediano y largo plazo? ¿Cómo hago para predecir
eventos futuros en un mercado tan cambiante? ¿Cuántos recursos debo tener? ¿En
cuánto tiempo recibiré el retorno de mi inversión? ¿Podré vivir de ello, o
tendré que hacer otras cosas en simultáneo para poder subsistir? ¿Necesito
socios? De necesitarlos, ¿Qué perfil deben tener para poder acompañarme en este recorrido? ¿Este proyecto
tiene mercado en mi ciudad, región, país o incluso continente? Como se puede
observar, hay muchas preguntas de todo tipo y todas y cada una de ellas (así
como muchas más) son válidas para iniciar.
Se han
comentado muchos puntos muy generales y conceptuales tratando de cumplir con el
concepto de establecer lo que está alrededor de las finanzas de un
emprendimiento; no obstante, el poder atacar el tema financiero en si es como
el oxígeno, dado que absolutamente todo está relacionado directa o
indirectamente con variables que vienen de la economía. Para poder iniciar
cualquier proyecto debemos manejar claramente el comportamiento de las finanzas
públicas del país en el cual incursionaremos para poder anticiparnos a
distorsiones tales como: inflación, desempleo, tasas de interés activas y
pasivas, reservas internacionales, balances de pago, tipos de cambio, acceso a
divisas, impuestos, entre otras muchas variables.
Crear una idea
de negocio sin conocer el mercado que atenderemos, el target de nuestro
público, sus apetencias, lo que están dispuestos a pagar, si nuestro bien o
servicio puede considerarse costoso o caro e
incluso, el simple hecho de si lo
que deseamos producir o vender es compatible con las realidades jurídicas del
país donde se vive, pueden ser el reflejo de la “crónica de una muerte
anunciada”. Al crear un proyecto de negocio, se atienden los temas conceptuales
a profundidad, pero lo que más lleva tiempo analizar y entender es el tema
financiero. Allí hablamos del análisis del mercado, de la inversión inicial,
del retorno de lo invertido y de nuestras expectativas a largo plazo. Dentro
del concepto del emprendimiento no se encuentra el negocio de oportunidad como
habitualmente lo vemos con abundancia en el país.
Si nuestros cálculos
no dan, afectaremos la oferta y la demanda, crearemos distorsiones en los
precios de venta sugeridos y coadyuvaremos a presionar indicadores como la
inflación. Siendo así, cualquier cosa que hagamos tendrá en menor o mayor
medida, un efecto en la economía de otros. Indudablemente, el tema de las
finanzas públicas y privadas se entrelazan, desde el mismo momento en que se
pactan precios de venta que afectan a un colectivo consumidor; no obstante, el
mayor efecto se da cuando nos encontramos ante un Estado en su rol de
recaudador tributario, el cual percibe y percibirá recursos de esos
emprendedores, el cual será utilizado para satisfacer necesidades de forma
mediata y/o inmediata, afectando a todas las personas que hacen vida en el país,
o que transitan en el mismo de forma temporal.
Siendo así, la
interconexión es indudable, por lo que determinar donde comienza una y termina
la otra es bastante complejo, siendo esto una tarea que es desarrollada por
genuinos teóricos con un conocimiento práctico previo de alto nivel que permite
de una u otra forma juntar lo ortodoxo con lo pragmático, para poder llegar a
medianas conclusiones sobre lo que debe entenderse por las finanzas y su
entorno. En términos prácticos, esto ya ha sido estudiado ampliamente y la macroeconomía y todas sus herramientas son
las que dan el mayor aporte.