Wladimir
García Castro[1]
La importancia que reviste la transmisión
sistémica y relevante de información en la sociedad del conocimiento es
neurálgico para la sostenibilidad de cualquier área de afectación. Luego de
llevar a cabo las lecturas sugeridas, más la recopilación de fuentes asociadas,
indudablemente es razonablemente sencillo verse reflejado y retratado en dicho
ecosistema, tanto en el rol de docente, como en el de estudiante. Aun cuando el
caso de estudio (especificado como parte de la bibliografía) no es específicamente
el venezolano, indudablemente, las brechas y retos son comparables, por lo que
la reflexión puede ser extrapolada de forma bastante precisa al día a día de las
instituciones de educación académica venezolanas, en todos los niveles existentes
en el sistema local.
Ahora bien, pareciese sencillo fustigar a
docentes y estudiantes por la falta de actividades tendientes a crear puentes
entre el sistema que tenemos y el sistema que se desea en aras de propiciar la
formación de jóvenes que aprendan a aprender por el resto de su vida, pero la
verdad pudiese ser más compleja, dado que estructuralmente es muy complicado
sentar bases sostenibles que generen claros incentivos para que los docentes
sean más activos en aplicar técnicas que normalmente desconocen y conocimientos
que pueden lucir estériles para los estudiantes en proceso de formación. El
proceso investigativo es una actividad que prácticamente es realizada por los
profesionales de todas las disciplinas de forma intuitivita, desconociendo que
su aplicación sistémica genera altos niveles de eficiencia.
En las instituciones de educación superior,
no se ha logrado juntar el provecho de la sistematización, con los conceptos que
son expuestos en el aula, por lo que normalmente se entiende que existe una
completa desconexión entre la realidad y la academia.
Importante puntualizar algo relevante. El
sistema educativo venezolano cuenta con una serie de escalafones en la labor
del docente universitario. Tenemos la figura del auxiliar (sin ubicación
precisa en la carrera académica), instructor, asistente, agregado, asociado y
titular. Cada nivel, requiere de una serie de conocimientos, competencias y
grados formales conducentes a título, convirtiéndose con ello en una estructura
piramidal bastante rígida desde una perspectiva teórica, pero sin mayores
diferencias cuando se mira desde una visión económica y de reconocimiento
social.
No obstante a ello, dado el desconocimiento
de dicha estructura formal, en muchas ocasiones se pretende mantener un nivel
de exigencia determinado, independientemente de las características del
profesional inserto en el sistema educativo en un rol de docente. Esto es un
primer disparador que dista mucho de las mejores prácticas mundiales, donde
cada escalafón tiene un rol y un objetivo dentro de ese sistema de generación
de conocimiento. En función a ello, es improbable que un profesional
iniciándose en el rol de docente, pueda ya tener competencias investigativas y
de redacción de artículos científicos, cuando proviene del mismo ecosistema que
persiste en esquemas donde lo principal es la repetición de contenidos. Por
otro lado, lamentable que un docente con escalafón de titular, apenas haya
logrado cumplir con un par de trabajos de corte científico en toda su
trayectoria (realizados solo con el objetivo de mantenerse en la carrera).
Esta distinción (de escalafones) no solamente
se basa en temas de mero trámite; se entiende que con cada uno, el profesional
adquiere y mejora una serie de competencias investigativas (entre otras) que lo
permiten conducir con certeza las distintas fases que conlleva generar un
artículo con rigurosidad académica como resultado final, para con ello iniciar
un proceso de socialización que permita que el conocimiento se transmita y
reproduzca a través de nuevos trabajos y sirva en el aula para incentivar el
debate y motivar a los estudiantes a emular los logros del docente que esta
frente a ellos.
Desafortunadamente, pocos son los docentes
que consideran interesante e importante la formación de aspectos
investigativos, por lo que no se producen diferencias sustanciales entre la
educación básica y universitaria, en el sentido de que se mantiene como un
proceso formativo cíclico, donde los conocimientos no son sustancialmente
actualizados a través de nuevas investigaciones propias o de terceros. A esto
se le puede sumar la masificación del uso de redes sociales para intercambiar
datos con escasa rigurosidad científica, por lo que terminan utilizándose blogs y demás medios regulados por
caracteres (ejemplo: twitter) para
socializar datos que deben tener una estructura mucho más formal, para con ello
dejar de ser mera redacción anecdótica con poco o nulo valor real. Esta es una
realidad palpable y desafortunada de manera simultánea, dado que desmerita los
sacrificios que deben hacerse para alcanzar el logro de completar y culminar
una investigación, versus la generación fértil de informaciones que carecen de
basamento y que tienden a confundir a la audiencia con un lenguaje poco
académico.
El profesor Carvajal
Sumado a esto, indica que nuestra educación
se sustenta en el facilismo y enciclopedismo, en una estructura que requiere
gerentes (que carecen de formación gerencial) y que desafortunadamente se vende
como educación de calidad, cuando realmente, desde su óptica, es un fraude al
país.
Ahora bien, de la lectura realizada de las
publicaciones sugeridas de Carlino
Ahora bien, centrándose en los problemas que
podemos identificar de manera empírica (por lo que pudiesen ser potencialmente
algunas líneas de investigación), de seguido se detallan algunos de los retos
más tangibles para la labor investigativa (que promueva la alfabetización
académica):
1.
Los profesionales no vinculados con la
educación puede que tengan parcial desconocimiento de la investigación
académica, por lo que no están interesados en la aplicación de metodologías que
fueron planteadas en sus años de formación profesional de forma tortuosa y poco
aplicable. Además de ello, erróneamente pudiesen creer que no agrega valor en
la ejecución de sus tareas.
2.
Los docentes venezolanos se encuentran en el
peor momento desde una perspectiva económica, lo que ha originado que deban
hacer otras actividades remunerativas en paralelo a la labor docente. Esto
disminuye en tiempo y calidad, la posibilidad de investigar de forma sistémica.
3.
El acceso a planes de formación conducentes o
no a títulos son escasos o extremadamente costosos para el poder adquisitivo
con el que cuentan, por lo que desafortunadamente, no persisten en su proceso
formativo.
4.
No se visualiza una real conexión entre el
logro académico y la generación de ingresos para satisfacer necesidades
privadas del docente y su entorno. Muchas personas consideran que en la
actualidad tiene más valor conocer oficios, que alcanzar títulos
universitarios, dado que hemos migrado a una economía de inmediatismo en pro de
la sobrevivencia.
5.
La infraestructura de las universidades
públicas no propicia espacios de intercambio de conocimiento de forma segura y
adecuada. Por otro lado, las universidades privadas cada vez se encierran más
en sus muros y en cierta forma, aun cuando no necesariamente sea cierto, se
vuelven cada vez más elitistas.
6.
El ser investigador no genera mayores
beneficios económicos y sociales, dado que normalmente es una labor no
remunerada y valorada por el entorno. La investigación requiere de tiempo y
esfuerzo, y pareciese que las universidades consideran lo contrario, lo que
muestra un alto desconocimiento de la tarea, desde la misma fuente primigenia
del conocimiento.
7.
Los pocos investigadores han formado una
suerte de conclave, donde es altamente
improbable ser exitoso en el proceso de publicación de artículos
científicos por primera vez, por lo que indudablemente se requiere de muchas
persistencia y rescilencia en las primeras de cambio, lo que desmotiva al
investigador novel. Esto se suma al hecho de que en el proceso de revisión
ciega no se genera una verdadera y genuina interacción que busque la mejora del
investigador, dado que las correcciones son altamente generales y abstractas.
8.
Algunas revistas, en aras de ser sostenibles,
requieren el pago de altos aranceles para la publicación de artículos
científicos. Si bien es cierto, esto contribuye a que se mantengan activas,
también es cierto que es económicamente inviable para investigadores que no
están siendo apoyados por las instituciones académicas donde laboran.
9.
Los docentes desconocen el poder que genera
en el aula, el estar en capacidad de proponer conocimientos producto de fuentes
y reflexiones propias, y las infinitas posibilidades que se generan cuando
consideramos el salón de clases como el principal ecosistema para levantar data
y convertirla en artículos que puedan ser replicables por terceros en el
futuro.
Ahora bien, revertir todos estos retos pasa
no solamente por la voluntad de las partes. Para tener resultados positivos se
requieren de políticas públicas y alianzas privadas que vean la importancia que
reviste la creación de conocimiento aplicable en un país que tiene una brecha
con el mundo importante, producto de la severa crisis política y económica de
al menos los últimos veinte años, sumado al severo traspiés mundial dado por el
COVID-19. Hasta este punto, se requiere un reconocimiento claro de la
importancia de la mancomunidad, siempre y cuando vaya en pro de generar data
que sea de interés colectivo.
En el área que nos compete, el derecho puede
que tenga ciertas ventajas comparativas con respecto a otras disciplinas, dado
que en la formación académica del estudiante, es de suma importancia el consumo
literario, para la posterior traducción en información condensada y aplicable a
casos y circunstancias previsibles, pero al mismo tiempo diferentes,
considerando que versan sobre hechos humanos que puede ser o no homogéneos y
que además van evolucionando, en función a los cambios de la misma civilización
que los acoge.
Esto hace que el ejercicio de la
investigación y posterior escritura sea una competencia primordial para
cualquier abogado que quiera ejercer un buen derecho, en los términos previstos
en la normativa, y a la luz de la doctrina, la jurisprudencia y el derecho
comparado. Teóricamente está clara la necesidad de formación intelectual
suficiente, para con ello poder ejercer de acuerdo a los estándares mínimos
necesarios; en la práctica, pareciese que la situación cambia, producto de
sociedades altamente comprometidas con la discrecionalidad excesiva del
funcionario público, lo que conlleva a la desaplicación de procedimientos
formales, bajo circunstancias en las que debe aplicarse el buen derecho de
manera irrestricta.
El derecho administrativo reviste un reto
particular, dado que éste se alimenta del contexto, lo que hace que sea
cambiante y desafiante por naturaleza. Esta situación hace que el investigador
no solamente deba tener un conocimiento enciclopédico de la norma, también debe
comprender el entorno y estar claro de que la evolución de los procesos, la
tecnología, los hábitos, patrones, etc., tuvieron, tienen y tendrán un impacto
significativo en el quehacer diario, debiendo quedar plasmado en la forma como
interactúa la administración con los administrados, en un ambiente que no para
de cambiar y que quedarse atrás pone en desventaja a todas las partes.
Ahora bien, la situación del profesional del
derecho dedicado a la educación es la misma descrita inicialmente, considerando
que solo un puñado de abogados han tomado la lanza de la investigación como
parte de sus asignaciones diarias, en una sociedad legalmente disminuida, donde
la principal tarea se ha convertido en la gestoría, donde no se genera ningún
valor de carácter académico, y que por el contrario desfigura la capacidad
inventiva de dichos profesionales.
Está claro que dicha actividad se ha
masificado por la misma necesidad de sobrevivencia ya descrita, producto del
constante deterioro de la
institucionalidad legal que ha permeado el sistema venezolano, pero que
solo puede ser recuperado a través de la masificación del uso de las mejores
prácticas, como único instrumento para elevar la calidad de la disciplina en el
país.
Como
plantea el profesor Carvajal, “sin embargo, hay esperanzas”. La mancomunidad en
alianzas, sumado a políticas públicas coherentes pueden propiciar incentivos
reales para que el estudio del derecho administrativo promueva la creación de
contenido aplicable, que persiga la consagración del paradigma de la buena
administración y que actualice la relación entre administración y
administrados. Las actuaciones llevadas
a cabo por la administración pública distan mucho de las mejores prácticas
mundiales, por lo que podría ser una oportunidad genial para que las
universidades coloquen sobre la mesa todas las posibles líneas de investigación
con impacto real en el manejo del país, con el apoyo y financiamiento de
privados y públicos, en aras de que el trabajo de investigación sea
económicamente viable y atractivo para grupos multidisciplinarios (considerando
que una de las tantas bondades de la investigación, es que los aportes tendrán
mayor valor si son vistos desde distintas perspectivas) interesados en aprender
a investigar, para luego generar productos de calidad.
No deja de ser probable que ya exista mucha
información científica de calidad encerrada en bibliotecas físicas y
electrónicas de nuestras universidades, que no han visto la luz producto de la
miopía de sus autoridades, por lo que el incentivo económico y social será tan
solo un primer disparador para que la labor investigativa deje de ser una carga
para obtener un grado académico o avanzar sentimentalmente en un escalafón
profesional, y pase a ser un camino que promueva cambios para todos los
involucrados de forma tangible.
En este sentido, una iniciativa en el derecho
administrativo (que en términos prácticos estaríamos hablando de un problema,
una necesidad o una brecha con relevancia) se debe presentar considerando su
pertinencia en el tiempo, producto de los cambios que se van originando en el
contexto donde se vive, siendo con ello fácil su justificación, dado que en la
mayoría de los casos simplifica y mejora la interacción de las partes, garantizando
con ello la genuina satisfacción de necesidades públicas, en torno a intereses
colectivos propios de sociedad que constantemente cambia. Con ello, a través de
una descripción detallada, se logra captar la atención de potenciales terceros
interesados en que esto se lleve a cabo de forma sistémica, generándose con
ello oportunidades de financiamiento para que de esta forma existan incentivos
genuinos para investigadores, centros de investigaciones y demás vinculados con
la mejora, para con ello entrar en la
fase técnica de planificación, ejecución y posterior socialización de los
resultados de dicho esfuerzo.
Lo más
importante de este proceso es que no termina allí. Dichos resultados pueden ser
discutidos en clase, los estudiantes pueden participar como parte de los
equipos de trabajo y se incentiva a otros para que continúen con la
profundización del conocimiento, a través de la exploración de los temas no
abordados en profundidad por las investigaciones disponibles.
Como puede detallarse, esto es un ciclo que
puede repetirse en una cantidad significativa de condiciones y circunstancias,
por lo que hace que su saturación no sea previsible, dado que siempre habrá
algo nuevo para aportar dentro de la sociedad del conocimiento, que pareciese
por momentos ver con desdén, la importancia que tiene plantear ideas de forma
ordenada, en contextos formales y académicos.
Siendo así, la alfabetización académica en el
área del derecho administrativo nos lleva a entender que se requiere promover
de una serie de competencias y habilidades investigativas y de escritura que
permitan generar conocimiento aplicable y útil, y no la mera transcripción de
eventos históricos que ya carecen de validez actual, con el único objetivo de
hacer perfectible el sistema en el que hacemos vida, y que en la medida que
este evolucione, deberán los investigadores reaccionar de forma oportuna para
que eso se traduzca en acciones gubernamentales concretas, mientras en
simultaneo se sientan bases para que el trabajo del investigador sea valorado
por su importancia en el acontecer diarios de los ciudadanos, lo que nos lleva
a una apertura clara del Estado en promover a la investigación como el camino
para mejorar de forma constante su gestión de cada a los electores.
Por otro lado, invita a la universidad a
visualizar las potencialidades que esto puede originar en términos de ranking, generación de ingresos y
estatus en la comunidad académica, en el sentido de que mientras más
investigaciones de calidad se promuevan, mayor será el impacto que esto genere
en la sociedad en la que ellas mismas hacen vida.
A modo de cierre, participar en el proceso de
alfabetización académica en cualquier área del saber es de suma importancia
para todo profesional vinculado con la educación. Poder proveer a estudiantes
el resultado de estudios propios, coloca sobre la mesa situaciones aplicables
al contexto local y eleva la seguridad del docente, sobre los conocimientos que
desea impartir en el aula. Si a eso se
le suma el hecho de que dicho estudio conlleva a una mejora en la interacción
legal de los ciudadanos en dicha jurisdicción, el valor esta mucho más claro y
se manifiesta una y otra vez cuando nuevos investigadores desean seguir
ahondando en el tema, ya sea para rebatirlo o para elevarlo. Allí, en todo ese
proceso se logra el fin último, el cual consiste en ser relevantes en el
ambiente donde nos desarrollamos como profesionales, comprometidos con una
causa.
Si bien es cierto las universidades deben
generar condiciones para alfabetizar académicamente a estudiantes y docentes,
también es cierto que la capacidad de investigar mejorará en la medida de que
las personas interesadas insistan y practiquen, tal como lo hace cualquier
deportista, artista o profesional en cualquier disciplina que desea destacarse.
No basta solo un curso o unidades de crédito; es de suma importancia que cada
interesado vea la investigación como una ruta para alcanzar logros
intelectuales, económicos y de reconocimiento social.
Bibliografía
Carlino, P. (2002). Alfabetización académica: un cambio
necesario, alguanas alternativas posibles. EDUCERE, 409-420.
Carlino, P. (2012). Alfabetización
académica 10 años después. Revista mexicana de investigación educativa,
355-381.
Carvajal, L. (2011). Mitos,
realidades y propuestas educativas. Táchira: Fondo Editorial Simón
Rodríguez de la Lotería del Táchira.
[1]
Licenciado en ciencias fiscales, mención rentas de la Escuela Nacional de
Administración y Hacienda Pública, ENAHP; magíster en ciencias gerenciales,
mención finanzas de la Universidad Privada Nororiental Gran Mariscal de
Ayacucho, UGMA; master en administración de negocios, Escuela de Negocios
Formato Educativo, participado por la Universidad de Cádiz y doctor en
educación de la Universidad Católica Andrés Bello, UCAB
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