Wladimir
García Castro[1]
A modo de inicio
La
participación ciudadana activa e innegable ha sido una gran meta para las
sociedades modernas, donde se ha buscado de manera constante la satisfacción de
necesidades reales y no impuestas por sistemas de gobierno que interactúan de
forma sistémica y ajustada a parámetros previamente impuestos en sus líneas de
ejecución partidistas, o atadas a intereses particulares contextualizadas a un
espacio y tiempo. Simón Bolívar, en su Discurso de Angostura del 15 de febrero
de 1819 planteaba que: “El sistema de Gobierno más perfecto es aquel que
produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social, y
mayor suma de estabilidad política.” Todos estos elementos potencialmente se
logran materializar si existe un genuino proceso de participación ciudadana,
que redunde en el control de la gestión pública, para con ello perseguir el
anhelo del paradigma de la buena administración.
La mayor suma de felicidad posible está atada directamente a la
satisfacción de necesidades públicas, quienes son infinitas, pero que
estratégicamente deben ser jerarquizadas y priorizadas a través de los sistemas
de la actividad financiera del sector público, a todos los niveles geopolíticos
del Poder Público (tanto desde la perspectiva vertical, como horizontal). La mayor suma de seguridad social
permite que no solo se atienda el hoy, sino que también exista un aparataje
legal y gubernamental que permita dar valor al esfuerzo ciudadano en el tiempo.
Por último, y no menos importante, la
mayor suma de estabilidad política, donde se enmarquen los pesos y
contrapesos que deben existir en una sociedad, sirviendo al final como medidas
de control previo, in momento y
después de caja ejecución de las instituciones con afectación directa para con
los administrados.
Probablemente,
el momento histórico del Discurso de Angostura se vuelve el epicentro de un
sistema político que persigue (o al menos intenta) que los ciudadanos puedan
tener real participación y efecto en el acontecer de la nación. Evidentemente,
esta utopía termina siendo mera retórica en contextos donde fuerzas en el poder
solo utilizan a éstos como medios para alcanzar vías dictatoriales, exclamando
afanosamente: “el pueblo ha decidido”. Ciertamente, no es el espíritu del
control ciudadano, dado que éste afanosamente busca la mejor decisión para los
intereses de los particulares, utilizando como instrumento para ello la
ejecución ajustada a derecho de los funcionarios públicos.
Del Discurso de Angostura
Como ya
se ha comentado para efectos del presente ensayo, asociado directamente a la
realidad venezolana, el Discurso de Angostura se convierte en una fuente
invaluable de información para poder tener una primera aproximación en cuanto a
la participación ciudadana y el control sobre la gestión pública. La primera
exclamación rodeada a esto se da cuando Simón Bolívar reflexiona en los
siguientes términos:
Las
repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es
tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo Ciudadano el
Poder. El Pueblo se acostumbra a obedecerle, y él se acostumbra a mandarlo, de
donde se origina la usurpación y la tiranía. Un justo celo es la garantía de la
Libertad Republicana, y nuestros Ciudadanos deben temer con sobrada justicia
que el mismo Magistrado, que los ha mandado mucho tiempo, los mande
perpetuamente.
Influenciado
por Juan Jacobo Rousseau y su obra relacionada con el contrato social,
claramente vemos en esta visión la necesidad imperiosa de mantener latente la
participación ciudadana y que en paralelo el control de las personas evalúe la
gestión de los funcionarios públicos sujetos a elección popular (Poder
Electoral). Indudablemente, el contexto de 1819 es totalmente distinto a lo que
se tiene en la sociedad moderna; no obstante, la base permite entender con
razonable exactitud el hecho de que la displicencia y desinterés de participación conlleva a que
las estructuras se flexibilicen y termine socavando los cimientos de una
sociedad justa.
Un
paralelismo importante se da en el hecho de que el mismo Estado debe generar
condiciones para que el electorado tenga formación suficiente para ser asertivo
en la toma de decisiones relacionada a la elección popular; sin embargo, este
es un tema que no será abordado en este ensayo, aun cuando tiene un impacto
importante en el control de las instituciones por parte de las personas capaces
de tomar decisiones en pro de garantizar la estabilidad de las instituciones y
que valdría la pena como línea de investigación, considerando que la
precariedad de la educación venezolana será uno de los grandes retos de cara al
futuro, y es por ello que Simón Bolívar combinaba e invitaba a la formación, el
trabajo y control en este siguiente párrafo:
Al
proponeros la división de los Ciudadanos en activos y pasivos, he pretendido
excitar la prosperidad nacional por las dos más grandes palancas de la
industria, el trabajo y el saber. Estimulando estos dos poderosos resortes de
la sociedad, se alcanza lo más difícil entre los hombres, hacerlos honrados y
felices. Poniendo restricciones justas y prudentes en las Asambleas Primarias y
Electorales, ponemos
el
primer Dique a la licencia popular, evitando la concurrencia tumultuaria y
ciega que en todos tiempos ha imprimido el desacierto en las Elecciones, y ha
ligado, por consiguiente, el desacierto a los Magistrados, y a la marcha del Gobierno;
pues este acto primordial, es el acto generativo de la Libertad, o de la
Esclavitud de un Pueblo.
Entendemos
al elegir miembros de la Asamblea Nacional (actualmente), los ciudadanos
participan y al mismo tiempo controlan a través de esas personas electas de
forma voluntaria y libre. En este caso, esta medida de control se hace por
medio de parte interpuesta, que se supone teóricamente que ha sido electo o
electa porque comparte los valores e intereses de los electores (Poder
Legislativo) y que se encargará de legislar en torno a las necesidades de la
nación, teniendo un impacto indudable en todas las estructuras del Estado
(inclusive limitando las acciones del Poder Ejecutivo y Judicial).
De forma
más categórica, y con ideas altamente románticas, Simón Bolívar propone ante el
convulsionado Congreso congregado en Angostura, lo que para él sería la máxima
solución a los problemas heredaros del colonialismo español. En función a ello
lo presenta de la siguiente forma:
Meditando
sobre el modo efectivo de regenerar el carácter y las costumbres que la tiranía
y la guerra nos han dado, me he sentido la audacia de inventar un Poder Moral,
sacado del fondo de la obscura antigüedad, y de aquellas olvidadas leyes que
mantuvieron, algún tiempo, la virtud entre los Griegos y los Romanos. Bien
puede ser tenido por un cándido delirio más no es imposible, y yo me lisonjeo que
no desdeñaréis enteramente un pensamiento que, mejorado por la experiencia y
las luces, puede llegar a ser muy eficaz.
No
obstante a este importante plan y con absoluta anticipación, en el Correo del
Orinoco, No. 20. Angostura, sábado 27 de febrero de 1819, dándole continuación al
Discurso del General Bolívar al Congreso el día de su instalación comenta que:
Muchas
naciones antiguas y modernas han sacudido la opresión; pero son rarísimas las
que han sabido gozar de algunos preciosos momentos de Libertad; muy luego han
recaído en sus antiguos vicios políticos: porque son los Pueblos más bien que
los Gobiernos los que arrastran tras sí la tiranía. El hábito de la dominación
los hace insensibles a los encantos del honor y de la prosperidad nacional, y
miran con indolencia la gloria de vivir en el movimiento de la Libertad, bajo
la tutela de Leyes dictadas por su propia voluntad. Los fastos del universo
proclaman esta espantosa verdad.
Siendo
así, pareciese que el principal enemigo de la participación ciudadana y del
control sobre la gestión pública, es el mismo ciudadano, quien al final termina
sucumbiendo a los viejos vicios que permiten que fuerzas en el poder actúen a
sus anchas de forma libre, sin respetar, mantener y propiciar condiciones de
convivencia apegadas al ordenamiento jurídico del Estado como un todo. El
ciudadano desea controlar, pero en simultáneo se aprovecha del caos.
Marco previsto en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela
Tal como
se comentó previamente, la Constitución venezolana da en 1999 un paso directo
en vías de generar espacios de participación ciudadana. Según Otero (2011, p.
123):
El Capítulo
de los Derechos Políticos consagrado en la Constitución del 99, amplía
enormemente la participación ciudadana en los términos que establecía la
Constitución del 61. Así vemos que puede ejercerse esa participación en forma
directa, semi-directa e indirectamente, no circunscribiéndose con exclusividad
al sufragio, sino que por primera vez el texto constitucional patrio, no solo
concede el derecho a participar libremente en los asuntos públicos "LATU SENSU", sino que
especifica que solo con la participación del pueblo en la formación, ejecución
y el control de la gestión pública, podrá lograrse el protagonismo que
garantice el completo desarrollo de ese pueblo tanto individual como
colectivamente. Pero el texto extiende y establece una enorme obligación para
el Estado y un deber para la sociedad cuando preceptúa que tiene que facilitar
la generación de las condiciones más favorables para su práctica, esto no es
otra cosa que el efectivo ejercicio de la participación.
Aun
cuando esta visión queda razonablemente clara, ciertamente el Poder Ciudadano,
a través de la Contraloría General de la República juega un papel fundamental
en aras de garantizar el control de las acciones de las instituciones del
Estado y sus funcionarios, marcando un precedente interesante al propiciar la
participación ciudadana por medio de los Consejos Comunales, quienes
teóricamente se plantean el reto de ser el principal eslabón de control de lo
que es la acción gubernamental. Lamentablemente, ha existido un sesgo político
significativo que ha restado poder a una idea que si bien es cierto no es
innovadora ni perfecta, si pudiera servir de bastión en aras de generar un
Estado comunal que permita que las necesidades de los ciudadanos sean
genuinamente atendidas y gerenciadas en torno al paradigma de la buena
administración.
La
visión utópica y romántica de Simón Bolívar, anclada en un contexto
espacio-tiempo particular, puede que haya sido solo una primera aproximación
local de lo que sería la manera de empoderar a los ciudadanos de verdadero
control de la gestión pública; sin embargo, la misma debe ser precedida de
elementos formativos suficientes para que éstos ciudadanos tengan las
competencias mínimas para ejercerlas de forma correcta. No en vano, el mismo
Libertador consideraba que “un pueblo ignorante es instrumento ciego de su
propia destrucción”.
Otras consideraciones
En el
mismo momento en que un ciudadano acciona sus derechos a través de vías
administrativas o contenciosas, se encuentra en medio de un proceso de control,
dado que desde una perspectiva legal logra retar el accionar de la
administración pública y sus funcionarios. Cuando cualquier persona natural o
jurídica entiende que sus derechos han sido vulnerados, logra establecer el
primer hito en aras de control y restituir el orden previsto en una normativa,
e incluso, motiva a que vía jurisdiccional se sienten bases jurisprudenciales
que permitan actualizar la gestión pública, alineándolo con ello al paradigma
de la buena administración.
A modo de cierre
Tal como
hemos desarrollado, el control ciudadano está en todo proceso de interacción
entre administración y administrados, partiendo del hecho de que los
funcionarios públicos deben tener como único objetivo la satisfacción de
necesidades y el cumplimiento y ejecución de sus labores en favor de los
intereses de los particulares. Ciertamente, esta percepción preciosista en
muchas ocasiones no se corresponde con la realidad del contexto donde se vive;
no obstante, allí es donde debe haber mayor voluntad por parte de las personas
que hacen vida en sociedad, amparados en un pacto constitucional. La gran meta
que debe establecerse en el corto y mediano plazo, es el empoderamiento
sistémico del ciudadano, para que este esté informado plenamente de sus deberes
y derechos, y que su ejercicio se convierta en moneda de uso corriente.
Fuentes bibliográficas
Asamblea Nacional Constituyente.
(1999). Constitución Nacional de la República Bolivariana de Venezuela.
Venezuela: Gaceta Oficial N° 36.860 Extraordinario, de fecha 30 de diciembre de
1999.
Bolívar, S. (1819). “Discurso
pronunciado por Simón Bolívar ante el Congreso de Venezuela en Angostura, 15 de
febrero de 1819”.
Correo del Orinoco (1819). No. 20.
Angostura, sábado 27 de febrero de 1819, dándole continuación al Discurso del
General Bolívar al Congreso el día de su instalación.
Otero, C. (2011). Innovaciones en el
control fiscal venezolano. Editorial Miranda, 5ta. Edición. Aragua, Venezuela.
[1]
Licenciado en ciencias fiscales, mención rentas de la Escuela Nacional de
Administración y Hacienda Pública, ENAHP; magíster en ciencias gerenciales,
mención finanzas de la Universidad Privada Nororiental Gran Mariscal de
Ayacucho, UGMA; master en administración de negocios, Universidad de Cádiz y
doctor en educación de la Universidad Católica Andrés Bello, UCAB
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