La
Riqueza de las Naciones
Aguas
arriba
Adam
Smith nace en Escocia en el año 1723 y muere en 1790. Se desempeñó como
economista y filósofo, siendo para muchos uno de los más grandes exponentes de
la economía clásica, por lo que se le imputa el título de padre de dicha
disciplina producto de la incorporación de aspectos científicos en sus
elaborados estudios que aún hoy son discutidos (principalmente) en todas las
facultades de ciencias sociales del mundo.
Su
principal legado se encuentra sustentado en la obra “La Riqueza de las
Naciones”, donde analiza el proceso de creación y acumulación de riquezas de
una manera no vista antes, producto del grado de sistematización que aplicó en
su elaboración.
Indudablemente,
con el paso del tiempo muchos son sus detractores (principalmente gobiernos de
izquierda); no obstante, la academia en general lo acoge como su más ilustre
colega, dado que es innegable el aporte dado en vida.
Para
algunas tendencias e ideologías, Smith fue la génesis del capitalismo salvaje y
brutal, cosa que sin duda alguna encolerizaría rápidamente a este personaje,
habida cuenta que su concepción no era exactamente esa, sin contar que su vida
como docente la dedicó a enseñar sobre moral, preocupándose siempre por las
reglas éticas que todo ciudadano de la época debía seguir.
Aguas
en el medio
Durante
su vida académica, Adam Smith cimentó la doctrina del liberalismo económico,
demostrando que la riqueza de las naciones proviene del trabajo de cada una de
las personas y no de los recursos naturales (principalmente oro y plata). Con
ello, planteaba la tesis de que la generación de beneficios estaría marcada por
el funcionamiento del mercado.
De
igual forma, marca pauta en el hecho de que el Estado tenía que ser fuerte, más
no grande, por lo que su intervención debía ser limitada, solo tendiendo a
garantizar la libertad, justicia y por supuesto propiciar lo que denominó como
la “mano invisible”, término que acuñó y que hoy sigue siendo su principal
máxima.
El
planteamiento se centra en precisar que conductas humanas en un marco de
moralidad, donde el fin fuese buscar el interés propio, desencadenaría
beneficios colectivos que deben ser respetados por un Estado capaz de
garantizar paz, sin inmiscuirse en la dinámica comercial de los actores
económicos.
Aguas
abajo
Esta
percepción no es obra inédita de Smith, pero de acuerdo a las fuentes puede
concluirse que es el primero que las presenta con rigurosidad técnica.
Sus
enseñanzas marcaron el camino de figuras como Malthus, Say, Ricardo, John
Stuart y el mismísimo Karl Marx, quienes de una forma u otra siguieron los
pasos de Smith en el tránsito de sus propias obras.
Antes
de él, los más importantes autores habían considerado que la riqueza se
fundamentaba en el excedente de la balanza comercial, mientras que sus pares,
generacionalmente hablando, consideraban que ésta se medía por los excedentes
agrícolas. Smith da un salto y muestra el camino de lo que hoy conocemos como
el Producto Interno Bruto.
La
raíz de su obra se encuentra en las influencias que recibió con su ingreso en
la Universidad de Glasgow de la mano de Francis Hutcheson (entre otros tantos
profesores) sobre lo que era la filosofía moral, tema que abordaba tópicos
tales como la justicia, defensa, finanzas públicas y organización social o
política, que sin duda alguna cimentaron lo expuesto en la “Riqueza de las
Naciones”.
Es fantástico entender de
su mano, el impacto que tuvo, tiene y tendrá la búsqueda incesante del
incremento de la riqueza; es por ello, que se hace interesante entender a
través del ejemplo de un simple alfiler, el profundo impacto que tiene la
estrategia por intermedio de la división del trabajo como medio ideal para
optimizar costos, precios de venta y producción. Obviamente, su obra es mucho
más profunda que esto, por lo que se hace forzoso entender que de su análisis
comprenderemos muchas cosas vistas a la fecha, y otras tantas que deberemos
desarrollar en el futuro. Hasta la próxima entrega. @wlagc http://actualidadfinancierayfiscal.blogspot.com/
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